Tejo mantas con tus venas rojas. Utilizo las azules en los extremos. La piel, lo más difícil de extirparte, pero soy experta en desgarrar quebrantos. Con ojos de niños decoro vestidos y con sus deditos entrelazo. Tu centro, peligroso. Lo sumerjo en ciénaga pútrida por horas, aun así me fascina su dureza y su costra bífida. Meticulosamente secciono las cavernas de tu sexo con dulzura, añoro lo viril que era. Inmóvil, miras mis manos y lloras sangre. Como toque personal, mis creaciones dejan una estela purpúrea a su paso y engullo a quien lo viste.
Bebo mi aflicción. Conspiro al vomitar memorias ciegas. Traspaso la espesura de tu frente, aliviando genuinos recuerdos emancipados.
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